Prólogo
Es extraño comprobar la poca importancia que le damos al sueño, al hecho de dormir, hoy en día. Si estamos a la espera de un proyecto importante, de un examen, o de un acontecimiento, parece que en nuestra mente suena un “clic” y, cuantas menos horas durmamos, mejor nos parece que aprovechamos el tiempo, ese que constantemente estiramos, ese al que le pedimos en diferentes ocasiones que acelere o que disminuya su ritmo.
Lo que pasa es que no vemos las consecuencias de robarle sueño y descanso a nuestro cuerpo. Si, porque es a el al que le pertenece, ya que es el, el que nos hará llegar a nuestra meta.
1
Un día..., su mente hizo “clic”..., ya nada volvió a ser igual.
Era sábado y, como siempre, todo iba acelerado, el mundo iba a una velocidad vertiginosa. Nada hacía presagiar todo lo que sucedería.
De repente el ya no estaba y, todo el tiempo, ella tenía sensación de frío. Ya no podía extender la mano porque nadie la agarraría, el borde del abismo la acariaba dulcemente, así que ya nunca se movía del sitio, ya nunca encontraría calor, ni sus piernas para rodearle su pequeño cuerpo. NO. El ya no estaba. Y no sabía muy bien el motivo. Mentira, si lo sabía, pero prefería hacer ver a su mente que no.
Desde entonces todo era grande para ella, todo era muy frío y de repente… todo estaba en calma, en silencio, algo que sólo hacía que incrementara su miedo, miedo al vacío, porque ya no habría nadie al otro lado de la puerta.
2
Pasó lentamente el tiempo, mientras ella intentaba ver un camino entre la niebla de su mente. Lo buscaba ansiosamente, sin resultado, nada ya era lo mismo, y ya nada volvería a serlo. Eso la angustiaba, porque el mero hecho de no intuir si quiera lo que podría ocurrir, la desconcertaba.
Pero dejó pasar el tiempo, decidió seguir viviendo.
Mil historias se fue encontrando por el camino, mas esa sensación de frío nunca la abandonaba, o al menos no del todo. Porque, en ocasiones, lo sentía lejos, pero volvía a su mente cuando a la noche se recostaba en esa inmensa cama, con un único calor a sus pies, que siempre la acompañaba en casa. Y entonces se dio cuenta de que no estaba sola.
Pero dejó pasar el tiempo y, decidió seguir viviendo.
Allá a donde viajaba le acompañaba ese calor que una noche la sorprendió. Siempre que volvía a casa, cuando lloraba entre las sábanas, entre trabajos en la madrugada, el calor la acompañaba. La soledad estaba allí, pero ya no se presenciaba de una manera fría, la niebla se descompensaba, convirtiéndose en una brisa fresquita que agradecía de vez en cuando. Pero en su mente permanecía con los ojos cerrados, no quería dejar del todo atrás el pasado.
3
Los días pasaban uno tras otro, y llegó el momento de dar un gran paso, y con sus ojos cerrados aceptó dar el salto. Allí estaba ella, con sus ojos cerrados, sin saber que había al otro lado, y sin saber que estaba preparada.
Mil cosas tras su espalda, aventuras y desventuras. Ella sabía que era una más en el mundo, pero lo que no sabía, lo que no sentía, era que no era una más sin más. Era un milagro.
Con su ausencia el calor de su casa la echó en falta, pero lo comprendía a su manera. Y la esperaba paciente, como siempre que se marchaba, en la puerta de la casa con una manta. Nunca se olvidó de ella, y siempre supo que volvería.
El milagro, sin saberlo, estaba ocurriendo, pero ella nunca se llegó a dar cuenta. El frío ya era algo lejano, algo que no le pertenecía, algo del pasado. Y el calor desde lejos la calentaba sin ella enterarse, incubando un milagro en su interior. Lo incubaba desde que dejó pasar el tiempo y decidió seguir viviendo...
4
Mil cosas ocurrieron en su ausencia, mil historias, mil peleas, y a ella cada vez la veían más bella.
Volvió al hogar, allí el calor la esperaba. Pero algo cambió en ella. No siente que sea una estrella, pero es puro fuego, desprende calor como si fuera una de ellas. El frío ahora existe, porque existe ella. Con su calor derretiría hasta las mismas piedras. Mientras, no se da cuenta.
El silencio ahora ya no es ruido, y además le ayuda a pensar con claridad. Lo recuerda ahora como una vieja historia sin más.
En su mente brilla el sol, aunque a veces hayan nubes, abre los ojos y echa a andar. Un milagro acaba de empezar a caminar...
Su mente hizo “clic”..., ya nada volvió a ser igual.
Leticia y Beatriz Braña Rubio
28 de enero de 2010
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